Baalbeck |
La más grande piedra de construcción del mundo tiene 21,36 m de largo y 4,33 de alto, su anchura es de 4,6 m y pesa entre 1200 y 2000 toneladas.
Las
ruinas de Baalbek se encuentran a unos 90 kilómetros de Beirut (Líbano) en el
Valle de la Beqaa, a los pies de las montañas del Antilíbano. Lo primero que
llama la atención de este colosal conjunto arquitectónico
es que, el mayor de los templos romanos de todos los tiempos fue construido en
este emplazamiento. Nos referimos al Templo de Júpiter, cuyas columnas más
altas
alcanzaban los 32 metros y las más anchas 3,75 metros. Sólo algunas de ellas han
resisitido el paso del tiempo y las fuerzas de la naturaleza. Nobles e incluso
emperadores de Roma recorrían más de 2.000 kilómetros para honrar la figura de
su máximo dios, precisamente en este lugar del Medio Oriente
Estas ruinas vendrían a ser supuestamente restos de una civilización antigua
desaparecida por un cataclismo antes de la actual historia del mundo. La
datación de esas ruinas sería muy anterior a la que oficialmente se le atribuye.
La mítica y milenaria ciudad de Baalbek guarda un gran secreto. Tan grande que
los más osados autores han llegado a proponer que los inmensos bloques de piedra
que aquí nos encontramos sirvieron como lanzaderas de naves espaciales
procedentes de otros mundos… Casi nada. A sabiendas de esta aventurada teoría me
embarqué en una apasionante singladura en un país que ha resurgido, cual ave
fénix, de sus cenizas después de la cruenta guerra civil que lo sumió en el caos
y el horror, si bien, en el corazón de sus habitantes, las heridas aún no han
cicatrizado. Tampoco en sus avenidas, en donde se dan la mano modernos edificios
y otros desvencijados, en los que todavía se observan los efectos de los
proyectiles de una guerra que jamás debió ocurrir.
En la cosmopolita Beirut, moderna y a la vez tradicional, la llamada a la
oración desde los alminares de las mezquitas se une al repicar de las campanas
de las iglesias cristianas maronitas. Es en este lugar en donde se localiza la
cuna de la civilización fenicia. Por sus tierras caminaron romanos, egipcios,
griegos y asirios, convirtiendo esta tierra en punto de referencia para las más
ancestrales civilizaciones de la cuenca mediterránea y del Oriente Medio. La
ciudad de Byblos, por ejemplo, cuenta con una historia de más de 7.000 años, lo
que nos remonta a la época de reyes, consquistadores
y dioses. Pero el lugar que ha marcado a generaciones de investigadores es
Baabelk, un enclave que entre sus ruinas guarda algunos de los secretos más
enigmáticos del pasado. En la actualidad, para llegar allí es necesario sortear
durante dos horas serpenteantes carreteras y constantes puestos de control, en
los cuales, militares armados hasta los dientes, lo inspeccionan absolutamente
todo.
La ciudad está situada a unos 1.200 metros sobre el nivel de mar; no es extraño
que, en invierno, la nieve cubra sus callejuelas del mismo modo que, cuando
llega verano, el Sol castiga con fuerza. Bajo este clima extremo, las
condiciones de vida nunca han sido fáciles. No sabemos por qué eligieron este
lugar, ya que realmente hay cientos de enclaves mucho más placenteros en las
cercanías para crear un centro de adoración como éste que, sin embargo, pasa por
ser unos de los más importantes de la antigüedad.
Al norte
de Damasco se extiende la terraza de Baalbek: una plataforma construida con
enormes losas algunas de las cuales miden 20 metros de lado y pesan casi 2.000
toneladas. ¿Por qué y cómo se construyó la terraza de Baalbek? ¿Quiénes fueron
sus constructores? Hasta ahora, la Arqueología no ha podido ofrecer ninguna
explicación convincente. Con todo, el profesor ruso Agrest, así como algunos
autores clasicos de la tematica OVNI, como DANNIKEN o ZECHARIA SITCHIN, creen
posible que esa terraza represente los restos de una gigantesca pista de
aterrizaje extraterrestre.Por supuesto, la Gran Terraza de Baalbek es una de
esas construcciones que la arqueología moderna, con todos los recursos de que
dispone, es incapaz de explicar. Nadie sabe quién la edificó, ni cuándo, ni
cómo. Un conjunto de templos de la época romana fue construido entre los siglos
I y III de nuestra era sobre ruinas griegas previas, y los edificios griegos
sobre otras aún anteriores. La Gran Terraza es una plataforma construida con las
mayores piedras talladas conocidas, bloques megalíticos que fueron cortados con
gran precisión y colocados para
formar
unos fundamentos de 460.000 metros cuadrados de superficie. En esta plataforma
se encuentran los tres colosales bloques conocidos como el Trilithon,
cada uno de los cuales mide casi 20 metros de largo, con una altura de
aproximadamente 4 metros y un ancho de 3. El peso de cada uno de esos monolitos
monstruosos se ha estimado entre mil y dos mil toneladas; son de granito rojo, y
fueron extraídos de la cantera a más de un kilómetro de distancia, valle abajo
respecto a la construcción. No existe ningún mecanismo en la actualidad, ninguna
tecnología moderna, capaz de mover su gran peso y colocarlo precisamente en ese
lugar. Aún es más extraordinario el hecho de que en la cantera haya quedado un
bloque aún mayor, conocido por los árabes como Hajar el Gouble, o Piedra del
Sur.
Una vez
más el misterio radica en cómo fue posible el corte, traslado y ubicación de
semejantes moles de piedra. Nada nuevo cuando nos enfrentamos a numerosas
construcciones de la antigüedad, algo aparentemente sencillo a pesar de lo
rudimentario de sus herramientas y que involucionó hasta el día de hoy de manera
que no existe ni tan siquiera un sólo pueblo que sea capaz de imitar a sus
ancestros. Como en otros lugares, en Baalbek nadie a dado una solución
convincente, aunque oficialmente, los sectores más conservadores atribuyen a
griegos y romanos la construcción de esta terraza, pero es más un deseo que una
evidencia palpable, pues no existe ni una sola prueba documental de este
increíble evento, que hubiese constituido todo un honor para su constructor
proclamar a los cuatro vientos, por no hablar de la inexistencia total de
tecnología romana conocida capaz de mover colosos de 800 toneladas en ningún
punto de su basto imperio. Por otro lado, las tradiciones locales asocian la
construcción de Baalbek a gigantes y demonios en tiempos del mítico diluvio.
En la cantera en que cortaron estas gigantescas piedras aún se encuentra la más
grande de ellas, con peso mayor a las 2000 toneladas (para tener una idea,
equivale a 50 trailers de 40 toneladas cada uno). Por lo visto, fue abandonada
allí de forma súbita por los constructores, y aún está en espera ser
transportada al lado de sus hermanas.
Pero en la actualidad no hay grúas ni otros aparatos que puedan mover y mucho
menos levantar los titánicos bloques de piedra de Baalbek. Por lo tanto la mayor
piedra tallada conocida en el mundo deberá permanecer donde está hasta que,
acaso, los arquitectos originales regresen para completar su obra y resolver
el enigma de lo que estaban construyendo.
Ni el folklore ni la ciencia son capaces de explicar adecuadamente el misterio
de la plataforma de Baalbek, aunque pudiéramos pensar que “bloques de esas
dimensiones tuvieron que ser tallados y puestos allí por gigantes o por miembros
de una civilización que conociera los secretos de la levitación y la
antigravedad”, sugiere Maurece Chatelain. La biblia, incluso, alude a la
existencia de gigantes en la tierra en tiempos muy remotos.
Al igual que el grupo de estatuas de la Isla de Pascua o las de Tiahuanaco, en
un momento repentino, algo debió ocurrir: Fue algo inesperado que interrumpió
para siempre los trabajos de la plataforma de Baalbek, y que seguramente se
hacían con algún propósito. Naturalmente, respecto a todo esto, la ciencia
oficial guarda un silencio embarazoso.
En 1851, el estudioso francés Louis Felicien de Saulcy, quien más tarde
realizaría una de las primeras excavaciones sistemáticas de Jerusalén,
permaneció en Baalbek dos días, del 16 al 18 de mayo, y se convenció de que el
basamento de la Gran Terraza eran los restos de un templo prerromano; dejó
sentada esta opinión en su libro "Voyage autour de la Mer Morte" ("Viaje
alrededor del Mar Muerto") que data de 1864.
Sin embargo, la hipótesis del origen extraterrestre de la terraza de Baalbek aún
tardaría en llegar. El primero en exponerla fue el físico bielorruso Matest M.
Agrest, en 1959. Agrest es considerado como el primer científico en avanzar la
hipótesis de que la Tierra fue visitada en tiempos prehistóricos por
inteligencias venidas del espacio exterior; su famoso artículo "Astronautas de
la Antigüedad" (Kosmonauty Drevnosty) se publicó en 1961. En sus hipótesis,
Agrest le da una gran importancia a la historia bíblica de Enoch, y a la oscura
referencia del Génesis que habla de los Nefilin. Propuso, asimismo, que las
tectitas son prueba de esas visitas extraterrestres y que lo que realmente
ocurrió en Sodoma y Gomorra fue una explosión nuclear. Para Agrest, la Gran
Terraza habría sido una pista de aterrizaje para los cosmonautas de la
antigüedad. Curiosamente, la única fuente de información de Agrest respecto a
Baalbek parece haber sido un indefinido libro publicado en París en 1898.
La hipótesis de Agrest respecto a Baalbek en particular, y a los "antiguos
astronautas" en general, hizo escuela: los libros de Erich von Daeniken;
Zacharia Sitchin sigue también esta misma línea... Las innumerables toneladas de
los bloques de Baalbek parecen ser tan fascinantes que existen autores que no se
resisten
a mencionarlas, aunque no tengan nada que ver con el tema del que están
tratando; por ejemplo, Charles Berlitz, quien en medio de un catálogo de
maravillas que aparece en su magna obra "El Triángulo de las Bermudas" menciona
"las enormes piedras de las fundaciones del templo de Júpiter, en Baalbek,
Siria, emplazadas allí mucho antes de la construcción del templo y una de las
cuales pesa 2.000 toneladas". Por cierto, en la actualidad Baalbek no queda en
Siria, sino en el Líbano, pero pasémosle por alto este pequeño lapsus.
La gran terraza sobre la que se levantó el
templo, del que sólo quedan unas pocas columnas en pie, es una construcción que
los modernos arqueólogos e ingenieros no logran entender. Quién la construyó y
para qué son las preguntas que atenazan a los investigadores, que observan con
inquietud esta ciclópea obra erigida gracias a las piedras talladas más grandes
que se conocen. Se trata de enormes bloques pétreos, cortados y colocados con
enorme precisión a seis metros de altura para lograr una base firme e inamovible
de más de 400.000 m2. Entre ellos están los llamados Triliton, tres colosales
bloques que miden 22 metros de longitud, 4’5 de altura y 3 de ancho. El peso de
los mismos oscila entre las mil y dos mil toneladas. Si transportarlos hoy en
día sería una ardua y laboriosa tarea, saber cómo se hizo tal cosa en la
antigüedad es un misterio de enormes dimensiones.
Sugieren algunos científicos que en la labor participaron cientos de hombres que
unieron sus fuerzas en un titánico esfuerzo. Sin embargo, si realizamos un
simple cálculo matemático descubrimos que es imposible mover estas enorme
piedras por un grupo de hombres normales… Para lograrlo, sería necesario reunir
a 10.000 levantadores de talla olímpica, es decir, de los que son capaces de
soportar un peso de 200 kg cada uno. No parece que tal cosa estuviera al alcance
de los constructores de Baalbek. Además, y teniendo en cuenta que no caben más
de
cuatro hombres en un metro cuadrado, sería imposible que bajo cada bloque se
colocaran más de 400 personas. Algo no encaja…
En 1959, el científico ruso Matest M. Agrest, doctor en física y matemáticas por
la Universidad de Moscú –y que trabajó hasta el año 1992 en el programa de
energía atómica de la extinta Unión Soviética– fue el primer investigador en
exponer públicamente que la Tierra fue visitada por seres extraterrestres en la
antigüedad. Y no sólo eso, sino que aseguró que numerosos enclaves arqueológicos
muestran claras evidencias de este enigmático pasado.
Para añadir algo más de misterio a la terraza del Templo de Júpiter, diremos que han sido encontradas numerosas piedras vitrificadas, un fenómeno geológico que solo puede asociarse a la enorme acción de una fuente de calor. Este extraño y curioso detalle que muchos investigadores han pasado por alto, y que puede ser observado por cualquier visitante, ha servido a otros para asegurar que la gigantesca terraza sirvió como una plataforma o rampa de lanzamiento de naves espaciales propulsadas por energía nuclear. Este es el caso del Profesor Mates M. Agrest, de la extinta Unión Soviética, Doctor en Ciencia, Física y Matemáticas de la Universidad de Moscú, que llegó a trabajar para el Programa Soviético de Energía Atómica hasta el año 1.992. Agrest ha mantenido a lo largo de los años sin ningún tipo de complejo ni miedo a su reputación que, todas las evidencias en Baalbek señalan que este lugar fue un centro destinado al despegue de naves de origen extraterrestre, y que la misión de la terraza estuvo destinada a ejercer de barrera de protección contra la irradiación producto de los cohetes en el momento del despegue.