Si no fuera
por un diluvio. ¿Cómo se explica que en la cumbre del Everest se
encuentren restos de peces fosilizados o que en el monte Ararat haya
depósitos de sales marinas ? En algún momento del pasado, este
planeta estuvo cubierto por el agua. Algunos piensan que fue hace
5.000 años y otros creen que fue mucho antes.
Son tantas y tan variadas las versiones del diluvio
en las distintas culturas que incluso en la Biblia se da el caso de
dos relatos de la catástrofe.
Se supone, dada la coincidencia del protagonista
(Noé) que se trata de un mismo hecho, que la tradición oral fue
puliendo con el transcurso de los años y que los primeros copistas
decidieron entremezclar en su relato. La versión más antigua
(denominada Yavista) data del siglo VIII antes de Cristo.
EL RELATO BÍBLICO
Se lee en el Génesis (6,5): Viendo Yavé la maldad de
los hombres, se arrepintió de haber creado al hombre sobre la
tierra. Dice Yavé “Exterminaré de sobre la faz de la tierra al
hombre que he formado; hombres y animales, reptiles y aves del
cielo, todo lo exterminaré; pues me pesa el haberlos creado”
También en el Génesis (7,1) dijo Yavé a Noé: “Entra
en el Arca con toda tu familia, porque solo tú has sido hallado
justo en medio de esta generación. De todos los animales puros
tomarás siete parejas de cada especie, machos y hembras; también de
las aves del cielo siete pares de cada especie, a fin de conservar
la especie sobre la tierra”.
De esta forma encontramos en la Biblia la odisea de Noé.
EL RELATO BABILÓNICO
Pero a continuación vamos a ver como el relato
bíblico de Noé y su odisea no es único, y tal vez, ni siquiera
sea el original, ya que hay evidencias que llevan a pensar que fue
tomado de otras culturas y adaptado.
A mediados del siglo XIX, se iniciaron las
excavaciones en Nínive; de allí más de 25.000 tablillas de arcilla
fueron llevadas al Museo de Londres; pero en el camino se rompieron
y mezclaron, por lo que descifrarlas parecía una tarea imposible,
teniendo en cuenta que el lenguaje asirio-babilónico en el que
estaban escritas fue descifrado tiempo después.
La solución la encontró George Smith -un diseñador de
billetes- quien tras ardua labor, asombró al mundo con su obra “El
relato caldeo del diluvio”, publicado en 1872.
Se había logrado extraer de Nínive la enorme
biblioteca del rey de Babilonia Assurbanipal, que vivió en el siglo
VII a.C. y que hizo que sus escribas dejasen para la posteridad las
mejores obras de la cultura mesopotámica.
Entre lo hallado estaba la Tablilla XI de 326
líneas, de las cuales más de 200 hablan del diluvio.
Encontramos así la epopeya de Gilgamés. Este
personaje ubica a un antepasado que ha alcanzado la inmortalidad y
este le refiere su aventura.
Uta-Napishtim (es el nombre de este ser inmortal)
cuenta a Gilgamés que los dioses Anu (padre de todos), Enlil (el
valiente), su consejero Ninurta, el portaestandarte Ennugi y el
inspector de canales Ea; deciden exterminar al género humano, pero
ven virtuoso solo a Uta-Napishtim, a quien ordenan construir una
nave, renunciar a sus riquezas y salvar su vida.
“Construye -le dicen- una nave de dimensiones
proporcionadas, con la misma anchura y altura y mete dentro semilla
de toda vida existente”
Esta nave, se especula, que tendría una superficie de
3.500 mts.2 con 120 codos de alto y otro tanto de ancho,
divididos en 7 pisos con 9 partes cada uno.
El inmortal Uta-Napishtim le cuenta a Gilgamés: “El dios Shamash me
había fijado el momento, por la mañana lloverá salvado y por la
tarde trigo; en ese momento entra a la nave y cierra su puerta.
El momento había llegado; al amanecer surgió de los
cielos “una nube negra sobre la que cabalgaban los dioses” (sic); de
pronto se desató una enorme tempestad que barrió el país.
Durante seis días y seis noches sopló el viento, el
diluvio y la tempestad.
Al séptimo día todo se calmó.
Reinaba un enorme silencio, la humanidad se había
convertido en barro -sigue contando- abrí una ventana y el
resplandor del sol cayó sobre mi mejilla, entonces me puse a llorar.
Miré hacia el horizonte y a unas doce leguas vi una montaña que se
alzaba sobre las aguas. La nave se detuvo en el monte Nisir, donde
estuvo encallada por espacio de siete días. Cuando llegó el séptimo
día, hice salir una paloma y la solté. La paloma se fue y no
hallando lugar en que posarse, volvió. Hice salir un cuervo y lo
solté. El cuervo se fue y vio el desecamiento de las aguas. Comió,
revoloteó, graznó y no volvió. Entonces solté a todos los animales,
dejándolos en libertad”.
Siguieron apareciendo tablillas, no solo en Nínive,
sino también en Assur, Uruk, Nippur, Sippar y Ur.
Todas coinciden en el contenido del relato de Uta-napishtim,
aunque los personajes se llaman Atrahasis o Ziusudra.
De todos los relatos, hay un texto (desgraciadamente
muy mutilado) encontrado en Hilprecht, correspondiente a la versión
babilónica y se remonta al segundo milenio anterior a nuestra era.
Es el más antiguo de los que se tiene conocimiento,
aunque todavía queda por encontrar el original sumerio que dio
origen a esta copia guardada en la biblioteca del rey Assurbanipal.
Se deduce que en la cuenca existente entre los ríos
Tigris y Eúfrates, se produjo (unos 3.000 años antes de Cristo), un
gran cataclismo en forma de diluvio que quedó ampliamente
documentado y que con el tiempo fue transferido a otras culturas,
por los colonizadores que se afincaron en otras partes de la
tierra.
Así habría llegado a Moisés (en el 1.500 a.C.), quien
lo recogió de tradiciones orales de antiguos judíos.
De esta misma forma habría llegado a Beroso
(sacerdote babilonio de Marduk) que lo escribió en el 275 a.C. ,
posteriormente el relato fue difundido por el historiador griego
Alejandro Polistor en el siglo I a.C. y más tarde por los relatores
romanos.
LA VERSIÓN DE BEROSO
Una vez muerto Ardates, su hijo Xisutros
reinó durante dieciocho sares.
En ese tiempo tuvo lugar el gran
cataclismo, cuya historia queda aquí descripta: Durante
el sueño se le apareció Cronos, quien le comunicó que el
día 15 del mes de Daisios los hombres serían destruidos
por un cataclismo.
Le ordenó que escondiera en lugar seguro
los escritos, enterrándolos en Sippar, la ciudad del
Sol, y luego construir una nave en la que debían entrar
su familia y amigos más íntimos, con alimentos y
bebidas, junto con animales, aves y cuadrúpedos, y
después de haberlo preparado todo, navegar. Si alguien
preguntaba hacia donde iba, debía responder que hacia
los dioses, para rogar que sucedan cosas buenas a los
hombres.
Obedece las órdenes
y construye un barco, de cinco estadios de largo y dos de ancho, y
una vez arregladas las cosas, según las instrucciones recibidas,
embarcó junto con su mujer, sus hijos y los amigos más íntimos.
Continúa el relato: Habiéndose producido el
cataclismo y varada la nave, Xisutros soltó algunas aves, que
retornaron al barco al no encontrar alimento ni lugar en que
posarse. Al cabo de algunos días volvió a soltarlas y volvieron con
las patas cubiertas de barro y a la tercera vez, las aves no
regresaron. Desembarcó con su mujer, su hija y el piloto de la nave.
Erigió un altar en el lugar y realizó un sacrificio a los dioses.
Luego desaparecieron.
Los que habían quedado en la nave, al ver que no
volvían, desembarcaron preocupados, pero solo escucharon su voz que
les pedía que fueran piadosos, ya que gracias a esa piedad se habían
salvado. El y su familia se habían reunido con los dioses (por eso
lo escuchaban pero no lo veían). Les ordenó regresar a Babilonia,
desenterrar las escrituras para darlas a conocer a los hombres,
fundar nuevas ciudades y erigir templos en honor a los dioses.
También les dijo que se encontraban en el país de
Armenia.
Beroso termina su relato diciendo: Aún hay restos de
la nave en los montes Cordienos de Armenia y los fragmentos sirven
de amuletos contra los males.
EN AMÉRICA, EL DILUVIO DEL DIOS
VIRACOCHA
También las culturas americanas tienen referencias a
diluvios, y tal vez el más significativo sea el del dios Inca,
Viracocha.
Viracocha creó una raza de gigantes, pero luego se
arrepintió y decidió hacer hombres a su imagen y semejanza,
instruyéndolos en la agricultura y las ciencias (De esto se deduce
que los dioses tenían morfología humana).
Pero un gran número de estos hombres cayó en
tentaciones y vicios, violando los mandamientos de Viracocha; por lo
que el dios los maldijo y dispersó, convirtiendo a algunos en
piedras, a otros en animales y al resto les envió el “Uno Pachacuti”
(diluvio universal), donde murieron todos.
Un mes antes del diluvio, los animales presintieron
la catástrofe, por lo que las llamas y las vicuñas perdieron el
apetito y se juntaban a la caída del sol mirando fijamente el cielo.
El pastor que las cuidaba, intrigado por esta
actitud, las interrogó y fue así que le contaron que dos estrellas
se acercarían hasta tocarse y en ese momento, el mundo quedaría
sumergido bajo las aguas.
El pastor, muy impresionado por la noticia, no perdió
el tiempo y reunió a su familia, juntó abundantes alimentos y
reuniendo su rebaño buscó refugio en la cumbre de la montaña
Ancasmara.
Sesenta días más tarde, cuando cesaron las lluvias,
descendió con sus familiares. Estos seres salvados del diluvio,
fueron los antepasados de los Incas.
DOS DILUVIOS EN MÉXICO
Las leyendas Aztecas hablan de cuatro edades (en la
primera de las cuales vivieron los gigantes, al igual que en el
Génesis bíblico). En uno de los diluvios “Las aguas de arriba se
juntaron con las aguas de abajo, borran los horizontes y hacen
de todo un océano cósmico sin tiempo”. El segundo diluvio se
produce en la cuarta época, mientras gobernaba la diosa del agua, su
universo desapareció bajo las aguas del cielo y los hombres se
salvaron convirtiéndose en peces.
Los Mayas de México y de América Central tienen
también su leyenda diluviana llamada Haiyococab (“agua sobre la
tierra”). Según la s
crónicas del obispo católico De Las Casas, los indios le llaman
Butic que significa “diluvio de muchas aguas” pero también
hace referencia a un juicio. También creen que vendrá otro
diluvio-juicio, pero esta vez de fuego.
LA GRAN DIFERENCIA: EL PUNTO DE
LLEGADA
Los acadios, babilónicos y sumerios, coinciden en que
el arca llegó al Monte Ararat (al igual que el Noé bíblico).
Las demás religiones siempre se refieren a un monte
local: así es que los griegos hablan del monte Parnaso, los hindúes
del Himalaya y los indios americanos del norte, del monte Keddi Peak,
en California.
Prácticamente todas las razas y pueblos cuentan entre
sus leyendas con la del hombre (por lo general junto a su familia)
que por gracia divina, se salva de un castigo en forma de diluvio
que termina con los hombres y los animales.
En la mayoría de los casos, salva una pareja de cada
especie animal y junto a sus familiares conforma la nueva generación
de la raza humana.
Se puede decir que es el único acontecimiento que
toda la humanidad ha compartido casi al mismo tiempo.
LA PRUEBA ARQUEOLÓGICA
Se sabe que más del 75% de la tierra está formada por
depósitos sedimentarios.
En la India hay de hasta 20 Km. de profundidad.
Y al un dado sorprendente: los geólogos han
encontrado en los depósitos sedimentarios, cantidades de fósiles
entre los que aparecen restos humanos, animales, plantas y
utensilios todo mezclado. Se ha llegado a la conclusión que para que
se produjese este hecho fue necesaria la presencia de un medio
aglutinante, que moviera todo en la misma dirección y que todo
quedara en un lugar, para ser sepultado por el aluvión. Incluso se
han encontrado fósiles de insectos en los que no hay huellas de
desintegración; lo que habla de una muerte súbita y de un
enterramiento casi instantáneo.
Esto es característico de un hecho ocasionado por una
gran ola de agua, seguida de un asentamiento de todas las partículas
en flotación.
LA PRUEBA DEFINITIVA
Quizás la gran prueba de esta catástrofe sería
encontrar la nave que salvó a una familia y a un grupo de animales,
la famosa Arca, que dicen las crónicas se encuentra atrapada en la
cumbre del Monte Ararat.
Esa es -sin dudas- la prueba tangible de la
existencia de esta leyenda universal que es el diluvio.
Estos relatos demuestran que, aunque cambien los
nombres, Xisutros sería el Ziusudra sumerio, lo mismo que el
Atrahasis asirio, el Noé bíblico, el pastor Inca, el Manú hindú, el
Nu-wah chino y el Uta-napishtim babilónico. Quizás todos hacen
referencia a un único relato, tal vez muy relacionado con
sobrevivientes de Atlántida, Lemuria o alguna de las civilizaciones
sepultadas por las aguas, allá en los comienzos olvidados de nuestra
historia, o para mejor decirlo, de una de nuestras historias.